Con argumentos como “revolución bolivariana” “revolución socialista” y “seguridad democrática” han justificado las modificaciones constitucionales para seguir atornillados al sillón presidencial. Ahí están y ahí se quedan.
Estos cuatro países son claros ejemplos de la personalización de la política y del hiperpresidencialismo. Y si bien estos mandatarios han obtenido legalmente sus triunfos, también lo es que un amplio porcentaje de ciudadanos (hasta el 45% en algunos casos) no los avalaron, lo que se convierte de inmediato en un riesgo para la gobernabilidad y hasta para la unidad nacional. (Ej. Bolivia)
Uribe…. otra vez

En medio de este panorama en donde se revive sobre el uso indebido que los gobernantes hacen de los mecanismos de poder para lograr su continuidad en sus cargos, en contravía de los principios democráticos y del axioma universal de que la alternancia en los gobiernos es lo que permite el fortalecimiento institucional, la creación de una cultura política y la madurez ciudadana.
En Colombia, el presidente Álvaro Uribe está por completar su segundo mandato consecutivo y la mayor parte de este último lo ha dedicado a promover un cambio más a la joven Constitución (1991) que le permita una nueva reelección inmediata. Estamos ad portas de que el Congreso de vía libre a un referendo para que se abra esa posibilidad.
No ha importado la férrea oposición de líderes políticos, las investigaciones tanto de la Corte Suprema de Justicia como de la Corte Constitucional por denuncias sobre entrega de prebendas a cambio de avales parlamentarios para lograr la aprobación del referendo ni los fundamentados y abiertos cuestionamientos de los medios de comunicación.
Y aunque dice mantener una “encrucijada en el alma” sobre si se presentará para un tercer período consecutivo, al mismo tiempo aduce que sus políticas de seguridad democrática, confianza inversionista y cohesión social se deben perpetuar. Y para ello no ve en el horizonte a nadie diferente a él para lograrlo. Nada más equivocado.
Dice no querer perpetuarse en el poder pero va por esa vía, en la misma por la que transitan Hugo Chávez, Rafael Correa y Evo Morales, quienes irónicamente, hoy en día son sus más acérrimos críticos por la agenda exterior que ha implementado y que tiene “incendiado” políticamente el vecindario andino.
¿Hacia la dictadura democrática?
En medio de una creciente polarización política nacional, los colombianos estamos a la espera de que el Presidente Uribe se decida y prolongue en el tiempo su presencia y sus políticas de Seguridad Democrática con las que arguye, el país ha entrado en la vía de la pacificación.
Sin embargo, esa tal seguridad es más una sensación que una realidad. En las ciudades los índices de criminalidad se han disparado, el desempleo campea en áreas rurales y urbanas y el conflicto armado interno sigue ahí, “inamovible”, desde como hace 40 años.
Vale resaltar que de los 18 países de América Latina, 14 permiten la reelección. Actualmente en siete (Costa Rica, Salvador, Nicaragua, Panamá, Perú, Uruguay y Chile) es viable pero después de un mandato constitucional.
En otros siete (Argentina, Brasil, República Dominicana, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Colombia) puede ser consecutiva. Y en los cuatro restantes (Guatemala, México, Paraguay y Honduras) está totalmente prohibida. En ninguna democracia se contempla la reelección indefinida, pero cómo van las cosas, parece estar soterradamente imponiéndose en algunos países.
Y es aquí donde vale la pena preguntar: ¿el poder para qué? ¿Nos encaminamos a dictaduras democráticas disfrazadas? ¿Dónde queda la influencia y el deber del llamado “cuarto poder”?.